Estamos ahí, uno frente al otro,
apreciando el desafío de esos primeros momentos.
Nos vamos acercando, lentamente,
como una ceremonia íntima.
Cual chelista a punto de tomar su instrumento,
muy suavemente,
la voy abrazando,
y comienza esa sinfonía de sensaciones:
su espalda, mi mano,
sus pechos, mi pecho,
su cabeza en mi costado,
su mano buscando mi otro hombro,
las manos que se atan.
Siento en su respiración la caída de sus párpados,
los cuerpos se pegan,
se combinan las respiraciones,
los envuelve una atmósfera única,
esencial,
se suspende el tiempo...
...comienza el tango.